Cuando Paul McNabb era misionero en Japón, él conoció al élder Gordon B. Hinckley en una conferencia misional. Él recuerda la amabilidad del élder Hinckley, quién en ese tiempo era un apóstol:

gordon-b-hinckley-mormon“Conocí a Gordon B. Hinckley una vez cuando hacía misión en Japón a mediados de los 70. Después de hablar con los misioneros en una conferencia especial, él ofreció llamar a nuestros padres cuando retornara a casa en América para desearles una feliz Navidad y para darles breves mensajes. (En aquellos días los misioneros nunca llamaban a sus familias o amigos durante toda la misión). Después me dirigí a hablar con él y le conté que mis padres no eran miembros de la Iglesia y que realmente no les gustaba la Iglesia. Le proporcioné el nombre de mis padres y su número telefónico y algo de dinero para cubrir los gastos. Él fue muy amable conmigo.

Unas semanas después me llegó una carta del élder Hinckley en la que decía que  había tenido una agradable conversación con mis padres y que ellos estaban bien. Me devolvió el dinero en el sobre y me dijo que lo usara para mi misión. De este viaje que hizo solo, este ocupado apóstol había realizado muchos cientos de llamadas telefónicas personales tan sólo para ser amable y servicial, y quién sabe cuantas cartas personales escribió. Mis padres me escribieron para decirme que habían tenido una agradable conversación telefónica con un “élder Hinckley”, quien les habló de haberse reunido conmigo en Japón.

Mi experiencia con los  profetas y apóstoles es que ellos están entre las personas más dulces, amables, humildes, y más trabajadoras de la tierra.

Gordon B. Hinckley fue un gran y buen hombre, incansable en su testimonio de Cristo y fiel en su obra por el Evangelio. El fue realmente un hombre que conoció a Cristo, y ello se irradiaba a través de él como una verdadera luz”.