“Han pasado casi sesenta años desde que mi madre falleció. En ese tiempo yo era un estudiante universitario. He olvidado mucho de lo que estaba estudiando en ese entonces, pero los recuerdos de esos últimos meses en la vida de mi madre siguen frescos, al igual que las memorias de años anteriores. Espero que supiera que yo la amaba. No lo decía tan seguido. Como para la mayoría de los jóvenes, no era fácil para mí decir esas palabras.

Ella murió en el inicio de la época de “cosecha” de su vida. Su hijo más joven tenía diez años, edad suficiente para que mamá tuviera una libertad que no había conocido por muchos años. Estaba en un viaje por Europa cuando sintió un dolor que la atemorizó. Seis meses después murió.

Recuerdo el día gris de su funeral en Noviembre. Nos pusimos una fachada de valentía y conteníamos las lágrimas.  Pero por dentro, las heridas eran profundas y dolorosas. Esa experiencia, en una época sensible de mi vida, espero que me haya dado un entendimiento más profundo sobre todos aquellos que perdieron una madre.

Fui llamado a la misión poco después de eso. Fue durante lo profundo de la Gran Depresión. Pocos misioneros fueron llamados en ese tiempo debido a las circunstancias de inestabilidad financiera de todo el mundo. Yo había ahorrado algunos dólares, mi hermano trabajó y contribuyó generosamente, y mi padre llevó la mayor parte de la carga. Pero algo más lo hizo totalmente posible. Descubrimos que mi madre, con previsión profética, había abierto una cuenta con las monedas que recibía de cambio cuando compraba comestibles. Este dinero proveyó el saldo necesario para mis gastos en la que fue la misión más costosa del mundo.

Para mí, el dinero era sagrado. Sentí que se había consagrado no tanto para mí sino para el Señor. Espero que haya sido cuidadoso en esos gastos.

Experimenté momentos de desánimo en mi misión, como todos los misioneros. En una o dos ocasiones, cuando las nubes eran particularmente oscuras, sentí en una manera muy real pero indescriptible la protección, guía y influencia de ánimo de mi madre. Parecía tan cerca. Entonces traté, como he tratado desde entonces, de conducir mi vida y realizar mis prioridades de tal modo que honre su nombre. Soy el primero en admitir que no siempre lo he hecho, y la idea de vivir bajo las expectativas de mi madre ha sido dolorosa, y ha desarrollado una disciplina que de otra manera me habría faltado.”

(The Wondrous Power of a Mother-El maravilloso poder de una madre, folleto, Salt Lake City: Deseret Book, 1989, pp. 1-2.)